jueves, 6 de marzo de 2008

La muerte de Pam

Oscuridad en su totalidad. Pamela Grant se encontraba en un ataúd, o eso creía ella. No podía moverse, estaba encerrada en una enorme caja oscura. Tanto los brazos como las piernas estaban estirados pero no alcanzaba poder moverlas por el espacio reducido. Lo peor de todo es que era claustrofóbica. El peor de sus miedos se apoderó de ella, definitivamente estaba viva. Enterrada pero viva. Comenzó a golpear la parte de atrás de su cabeza contra la madera hasta sangrar, necesitaba morir, no podía aguantar más. Llegaron las nauseas, luego los vómitos. Ni siquiera podía ahogarse con su propio vómito. Algo estaba saliendo de su boca junto con esa masa amarillenta, una cucaracha negra. Sentía como las pequeñas patas de ese insecto caminaban por su garganta, esta vez no podía sacudirse, ni gritar, se atoraba cada vez quería expulsar su angustia. Sentía también como caminaban esos bichos dentro de sus fosas nasales y de sus oídos. Esta vez Pam comenzó a estrellar su frente contra la caja, necesitaba perder el conocimiento urgente. El dolor era intenso pero más era la impotencia y desesperación. No pudo aguantar las ganas de orinar al sentir el cosquilleo de las cucarachas caminando por su entrepierna. Estaba a punto de perder ya el conocimiento cuando sintió la humedad en su espalda, no estaba segura ya de lo que sentía o no, pero era su propio orín lo que estaba inundando esa caja por dentro. No se estaba deteniendo. A pesar de saber que iba a morir ahogada por su propio flujo urinario.

Por segundos se sintió aliviada de que todo terminaría ya. El olor era insoportable, pero ya iba a finalizar. El líquido entró por su nariz y su boca. Apretó los parpados con toda su fuerza y aspiro fuertemente todo lo que pudo hasta que sintió que sus pulmones reventaban llevándole un coágulo de sangre directamente al cerebro hasta explotar.
Por fin ella había muerto.


Extracto del libro "El Catalizador" Por Augusto Murillo

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